Camino a Puente Viejo, en busca de mi tía Candela, me vino un rico olor a pescado asado, no pude resistirme, y fuí y lo cogí sin permiso, lo que no sabía, que mientras intentaba coger otro pescadito, ese mozo me agarro de la mano, nuestras miradas se cruzaron.
Por un momento el mundo se paró, solo existiamos él y yo, pero sin saber que hacer, volví en sí, y me solté y eche a correr sin mirar atrás, mientras la voz del aquel zagal me gritaba que no huyera.
Corría como sí no hubíera fin, de repente dejé de escuchar sus pasos tras los míos, aquel zagal había tropezado y había caido al suelo, no sabía que hacer, solo sabía que no podía dejarlo allí.
Lo atendí como pude, tenía una buena brecha en la cabeza, aquel zagal despertó confundiendome con un ángel... sin palabras me dejó.
Me costó un poco conseguir que se quedara descansando debido al golpe en la sesera, pero a cambio, como me pidió, me quede hasta que el despertara y no me separe de su lado.
Cuando despertó estuvimos parlamentando un rato, era un muchacho la mar de extraño, al pronto hablaba con un señoritingo y al momento como un pastor. Pero siendo como fuera, desde el primer momento tuvimos una conexión especial, y creia que si seguía mucho tiempo a su lado, no querria separarme de él.
La noche había pasado, y al despertar me encontraba pegada como una lapa, a su cuerpo, y como no hacerlo, si eso era el paraíso. Sentía que con Bosco podía hablar de cualquier cosa. Las moras fueron el aliciente perfecto para terminar una conversación con "el bosque.. el viento, el sol.. agua del río, sus peces, a tí... a tí..."
Buscando peces en el río, no se me ocurrio otra cosa que mojarle con el agua, en ese momento se desato la pasión y nos fundimos en un apasionado beso, el tiempo se paró y solo existiamos él, yo y la naturaleza que nos rodeaba.
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